martes, 26 de febrero de 2013

Testimonio de extorsión 1

Una pesadilla de tres horas es la que narra una víctima de extorsión (cuyo nombre se reserva) quien reveló como pudo ser engañado cuando le aseguraron que tenían a uno de sus hijos y al no localizarlo de inmediato lograron despojarlo de dinero, que se depositó en una cuenta bancaria.
El suceso es de la semana anterior, cuando el afectado recibió una llamada a su centro de trabajo, en donde tras identificarse, lo primero que escuchó fueron los gritos de una persona que decía, Papá, papá, ayúdame.
Enseguida una voz de un sujeto empezó a insultarlo al tiempo que le decía, tenemos a su hija, si no nos hace caso en lo que le pediremos, le empezaremos a enviar, uno a uno, los dedos de ella.
Consciente de la operación de extorsionadores vía telefónica que han atacado en Ensenada, le pidió a uno de sus compañeros que llamara a su hija -con la que había salido, en la mañana- pero una recepcionista le indicó que no había ido a trabajar.
Sin colgar el teléfono, intentó localizarla de otras formas sin éxito, mientras los extorsionadores le exigieron que solo cuando les diera 100 mil pesos se la entregarían.
Los extorsionadores no dejaban de llamar e insultar y le dieron el número de una cuenta de banco para que fuera a realizar un primer depósito mientras, seguían las amenazas y esporádicamente los gritos de terror.
“Sabía que los llamados de auxilio no eran de mi hija, no reconocía la voz, pero el miedo a que fuera cierto y que le pudieran hacer algo, lo que fuera era mayor a todo, por lo que decidió seguir instrucciones”.
Le exigieron un número de celular y por este controlaban que fuera a realizar el depósito, mientras se inició el contacto con la Policía Ministerial para buscar a su hija que ya había corroborado no estaba en casa.
Los extorsionadores aprovechan el amor de los padres y de las familias y tienen un control de los depósitos de tal manera que horas después cuando todo había terminado, se corroboró que el primer depósito de 5 mil pesos se cobró en la cuenta del banco en los primeros cinco minutos.
Cuando ya había pasado casi una hora el extorsionador dio una nueva instrucción comprar un cargador para el celular de auto, para que la llamada no se cortara –es el control sobre la víctima- que entonces ya estaba siendo acompañado por las autoridades y ya en el mismo banco sabían lo que estaba ocurriendo.
Una nueva instrucción, se giró entonces, le exigieron que comprara una televisión de plasma en Electra y que esta fuera entregada en una dirección en el Distrito Federal.
Seguían exigiendo también mas dinero, 50 mil pesos porque ya había pasado mucho tiempo y presuntamente matarían a su hija por lo que la víctima decidió trasladarse a las oficinas de su hija y saber donde estaba, mientras buscaba conseguir lo que le pedían.
En ese lugar le dijeron que su hija había acudido a llevar unos papeles y momentos después, personal de la policía ministerial informó que ya la habían localizado y estaba bien de salud, además ignoraba lo que ocurría.
Su hija había apagado el celular y el nextel y por eso no había respondido llamadas, por espacio de casi dos horas las que ocupó el extorsionador para robar el dinero y saquear a la víctima.
Salvo el primer depósito de 5 mil pesos cobrado en los primeros 10 minutos en otro lugar del país, todo se logró cancelar, incluyendo el televisor del cual se enviaron los datos.
Se interpuso de inmediato una denuncia penal y ahora será fundamental el apoyo no solo de las autoridades judiciales, sino del banco para rastrear la cuenta a donde se dirigió este dinero.
Es una cuenta que al parecer es usada por los delincuentes para la extorsión que han logrado sumas gigantescas y no se ha cancelado porque forma parte de una investigación.
La víctima explicó que entre los aprendizajes esta, mantener una forma de contacto permanente con los hijos, saber donde están, pedirles que si van a desconectarse de celulares o radios avisen.
Explicarles que mas allá de una fiscalización, es evitar que personas malvadas, puedan aprovecharse del terror que puede sufrir un padre o una madre, al que le amenazan aunque sea falso la vida de un hijo.

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